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Los cuadros de Valle de Santiago

José, a uno de los cráteres cerca
Antes de que la familia Rivas dejara León para Salamanca en 1920, Candelario había asegurado una comisión de la iglesia Santiago Apóstol de Valle de Santiago, la cual duraría más de un año y constaría de catorce cuadros grandes. José, el hijo mayor de Candelario, siendo un artista premiado en su adolescencia, trabajaba al lado de su padre en estos cuadros, los cuales probablemente eran terminados en un estudio en León. A diferencia de las otras iglesias altamente adornadas que guardan las obras de Candelario, la iglesia Santiago Apóstol jamás ha tenido los fondos para lujos, tales como marcos trabajados y estructuras para montar las obras de arte. Hoy día, los cuadros siguen sin marcos, pero se mantienen tan limpios como lo es toda la iglesia. Una nota interesante: Candelario ha de haber querido la mascota de la familia, fotografiado en el retrato familiar en la página 51; lo incluyó como el perro de costumbre cerca de Santo Domingo en una de las pinturas altas y verticales (ver la galería de México).

Catorce Pinturas
Aunque aún sin marcos, cada una de las catorce obras de Candelario Rivas se queda excepcionalmente preservada. Aparte de diez pinturas rectangulares en lona, cuatro imágenes ovaladas de los cuatro evangelistas están colocadas a la base de la cúpula.

Salamanca

Catedral Senor del Hospital Exterior
Al llegar a la edad de 43 años, Candelario trasladó a su familia a Salamanca para llevar a cabo quizás sus obras más destacados en la Catedral Señor del Hospital, en la misma ciudad de Salamanca. Habrán sido los tres años más memorables para Candelario, debido a que experimentó una fuerte renacimiento profesional, personal y espiritual.
Herlinda abraza a María Elena

La familia acababa de perder a dos infantes debido a males estomacales: a Rafaelito en 1904, y al primer Salvador en 1909. Además, a Herlinda se le había dicho que no era nada probable que tuviera más hijos después del nacimiento del segundo Salvador en 1909. Resulta que ella se había lastimado trágicamente durante el parto mientras a la vez trataba de atender a su hijo moribundo de dos años de edad. No obstante, en el otoño de 1920, el médico le dijo a Herlinda, ya de 40 años de edad, que su malestar se debía a náuseas del embarazo, ¡y que esperaba otro hijo para el próximo abril! La niña fue nombrado María Elena, y aún otra hija, Carmen, nació dos años después.

Candelario y Herlinda disfrutaban de caminatas
Por el lado profesional, a Candelario le encantó compartir la enorme comisión para las obras de la Catedral Señor del Hospital con su hijo José, quien era ya un artista premiado cuando tenía apenas poco más de 20 años.

A la mitad de este gran esfuerzo, Candelario sufrió una crisis con la pulmonía, y corrió el rumor de que el artista maestro de Zacatecas estuvo en su casa, tendido en su cama, demasiado enfermo como para trabajar. Mientras Herlinda le atendía con medicinas homeopáticas, una muchedumbre con velas en las manos se juntó frente a su casa, rezando para que se curara. Candelario se recuperó por completo y recobró la fuerza necesaria para terminar las obras difíciles y bastante peligrosas en los magníficos murales de la cúpula de la catedral.

Siete Murales en la Catedral Senor del Hospital
Los murales del interior de la cúpula
Las obras en la Catedral Señor del Hospital tomaron dos años y medio para completar. Junto con los siete murales a lo largo de las paredes, la comisión incluyó cuatro murales ovalados a la base interior de la cúpula, y además dentro de toda la cúpula. José, hijo de Candelario, completó las catorce estaciones de la cruz (el no. 14 está por debajo de la bandera roja) y también uno de los murales ovalados en el techo. Rindió también el retrato de Nuestra Señora de Guadalupe colocado en lo alto, en el lado derecho del altar.

Nuestra Señora de Guadalupe

La tilma
Se podría mantener que Nuestra Señora de Guadalupe, o La Virgen de Guadalupe, es la imagen más popular en México, y tal vez la imagen más vista debido a las banquetas mecánicas que transportan continuamente a los peregrinos y turistas a través de su exposición protegida. La tradición mantiene que la Virgen María apareció al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin en 1531, y que le otorgó la imagen que hoy día se conoce como la bendita tilma. Se guarda en La Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México. Además, la imagen es política. Tanto Miguel Hidalgo como Emiliano Zapata se llevaron la misma imagen durante sus ofensivas revolucionarias.

Sin embargo, desde el principio, el icono ha sido sujeto a controversias, y durante el último siglo, ha habido varios intentos para conducir investigaciones científicas para averiguar sus verdaderos orígenes. El intento más extenso fue llevado a cabo en 1999 por el profesor Leoncio Garza-Valdés, de la Universidad de Tejas en San Antonio. Sus instrumentos revelaron que la imagen data desde 1625, más o menos, y que fue pintada por encima de otra imagen, un tanto diferente, fechada en 1556.

En 1921, un obrero industrial colocó una bomba a pocos metros de distancia de la sagrada tilma. La explosión destruyó las escaleras en mármol, dobló severamente la cruz de latón, e hizo pedazos los vidrios al otro lado de la calle. La versión oficial de los acontecimientos era que la tilma no fue dañada, pero que se necesitaría dos años para remontar la imagen. Pero recientemente la basílica ha presentado evidencias que la tilma fue secretamente retocada antes de que fuera expuesta de nuevo en 1923, así que es muy probable que la imagen fuera por lo menos ligeramente dañada.

Doce años después de que la tilma fuera remontada en la Ciudad de México, Candelario Rivas estuvo en Pasadena, California, creando un retrato para su amigo de por vida, Arturo Gutierrez. Mientras la novia de Arturo, María Elena Asencio, se posaba para su retrato, Candelario les contaba historias para que no se aburrieran durante las largas horas. Les contó la historia de cuando Pancho Villa lo secuestró, y además una historia bastante rara de sus últimos días en México.

Muchos años después, cuando el autor de este libro conversó sobre estos acontecimientos con Arturo y su esposa, eran firmes en su convicción de que Candelario les había dicho la verdad. Me informaron (aunque ya lo sabía) que Candelario era un hombre hecho y derecho, sumamente religioso, y quien no dudaría en decir sólo la verdad.

Antes y después de las imágenes
En 2001, Eugenio entró en la misma discusión con una asistente al conservador de la Basílica, en las oficinas de la misma en la Ciudad de México. Eugenio estuvo muy afortunado de que ella hablara inglés, lo cual le permitió al grupo llevar a cabo una conversación clara sobre este tema tan delicado. Eugenio le comentó a la amable anfitriona que algunos miembros privilegiados de la familia Rivas siempre habían sabido (la historia que Arturo le había relatado a Eugenio lo confirmó) que Candelario Rivas había sido secretamente comisionado por la Iglesia Católica para retocar algunos detalles de la sagrada tilma. Y que por cierto él fue el artista responsable por los arreglos pintados en 1923. La asistente al conservador fue no solamente receptiva a nuestra discusión, sino estuvo de acuerdo de que el mismo Candelario a lo mejor era el artista indicado.

Eugenio y la asistente se dieron cuenta de que no habría ninguna posibilidad de documentación al respecto, y coincidieron mutuamente que hubo dos razones por las cuales la Iglesia Católica lo escogería a él. Primeramente, la Iglesia le había entrenado a crear grandes obras de arte religiosas en México, y que él había perfeccionado su aptitud para reproducir las grandes obras maestras religiosas europeas para que la gente mexicana las viera. Segundo, siendo un artista “foráneo” y un servidor fiel de la Iglesia, Candelario fue el candidato ideal. Al terminar esta conversación, Eugenio le informó a la anfitriona sobre una posible manera para poder comprobar lo que se había platicado. Candelario utilizaba un proceso único de aplicar pintura de oro que por lo visto dura más de cien años. Analizando la pintura de oro en la tilma, y comparándola con otras obras suyas, podríamos comprobar científicamente lo que ya sabíamos, que Candelario Rivas fue, por cierto, el último “artista desconocido” de la sagrada tilma.