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Regresando a León y a Zacatecas

La familia Rivas posa formalmente

Si el desenlace de la revolución mexicana en 1920 hubiera sido diferente, las páginas siguientes seguramente hubieran mostrado una colección magnífica de murales en el Santuario de Guadalupe, en la ciudad de Zacatecas. Pero hoy, esas imágenes se han perdido para siempre, ochenta y dos años después de haber desaparecido misteriosamente de los altares del suntuoso santuario, ahora parte del Museo Nacional en Guadalupe.

Los documentos indican que Candelario recibió una comisión para decorar el Santuario de Guadalupe con grandes murales, cuadros, y pinturas de tipo fresco dentro de los muros de argamasa interiores.

De lo poco que sabemos, la comisión duró aproximadamente un año. Fue durante este periodo, en junio de 1914, que la División del Norte de Pancho Villa derrotó al ejército federal en la bien documentada Batalla de Zacatecas. Más de ocho mil tropas federales fueron asesinados, y todas las ciudades restantes camino a la Ciudad de México, incluyendo Aguascalientes, León y Querétaro, estaban expuestas a los Villistas que se acercaban en forma amenazante. Mientras los soldados revolucionarios avanzaban por las ciudades, entraban en las casas para robar lo que les viniera en gana. Asegurados dentro de su casa, la familia Rivas quedó petrificada cuando los soldados de Pancho Villa entraron en su vecindad.

Todos rezaban de rodillas frente a un retrato del Sagrado Corazón que Candelario recién había completado. Los documentos familiares indican que los Villistas evitaban el hogar de los Rivas y los dejaron en paz. Este era el primero de dos eventos que la familia Rivas, devotos y firmes en su catolicismo, atribuyó, para siempre jamás, a una intervención milagrosa. El ejército marchó lentamente hacia la Ciudad de México, llegando ahí para fines del año. Pero, antes de que el general llegara, envió a sus hombres para que regresaran con Candelario.

Habrá sido durante el otoño que Salvador, hijo de Candelario, recordó en su vejez que había llegado a la casa al mediodía, viéndola rodeada de soldados vestidos de blanco, y con grandes sombreros. Los soldados de Pancho Villa habían llegado al hogar de los Rivas para escoltar a Candelario a la residencia del general para que el artista pintara el retrato de la nueva esposa de Villa. Herlinda se asomó, viendo a los soldados que llevaban a Candelario, y temió que nunca jamás volvería a verlo. Ella dirigió a un joven indio de la servidumbre que los siguiera discretamente, y que le reportara cualquier cosa que atestiguara a la mañana siguiente. Y entonces, rezaba toda la noche.

Entrada la mañana al día siguiente, la familia escuchó al joven diciendo que vislumbró a Candelario por la ventana, barriendo el suelo entrada la noche después de la sesión artística. Candelario regresó ileso después de varios días; le habían pagado en monedas de oro. Pero eso no fue el final de la aventura. Dentro de una semana, las tropas le dirigieron a que regresara para pintar de nuevo un detalle del retrato: la actual esposa del general creyó que las cejas no le favorecían nada. Uno de los pocos hechos restantes que la familia guarda de este incidente es que Pancho Villa respetó a Candelario y su trabajo, pero que Candelario le hizo saber al general que no le complacía hacer retratos por él.

Hasta la fecha, nuestra familia no ha dado con este retrato histórico, pero reportes fidedignas indican que hay posibilidades de que se encuentre algún día.

En agosto de 1923, después de obras provechosas en Salamanca, Candelario regresó con su familia a Zacatecas. Sin embargo, no se iba a quedar allí. Apenas de regreso, Candelario se juntó con oficiales eclesiásticas quienes le habían otorgado la comisión del Santuario de Guadalupe. Confirmaron con él que estaban a punto de alejarse del país debido a su temor de la inminente presidencia de Plutarco Calles. Como gobernador del estado de Sonora, Calles había gobernado a mano dura, había expulsado a cada uno de los sacerdotes en el estado, y había confiscado propiedades eclesiásticas. Aquellos que se oponían a su régimen dictatorial generalmente eran ejecutados. Candelario les preguntó a sus patrocinadores anteriores: ¿qué pasaría con los muy conocidos murales del Santuario, después de que habrán huido? Los párrocos le dijeron que hiciera lo que fuera necesario para proteger los murales y para evitar que cayeran en manos de los oficiales de Calles.

Santuario de Guadalupe
Herlinda fue una excelente sastre

Así que, sigilosamente una noche, a principios de septiembre, detrás de puertas atrancadas, y hasta la fecha (o más bien, hasta la publicación de este libro), sin el conocimiento de nadie menos las familias Rivas y Gutierrez de California, Candelario Rivas tomó un gran cuchillo encorvado y recortó los magníficos murales del Santuario de Guadalupe en Zacatecas. Enrolló las obras de 2.4 m de largo en una tubería de acero de gran diámetro, las selló con plomo de plomero, y las enterró en un cementerio en donde solamente él conocía su ubicación exacta. Viendo a muchos de sus patrocinadores anteriores desterrándose, huyendo del país, y temiendo por la vida de su hijo, José, quien se había aliado con los cristeros (Calles terminó ejecutando a quinientos de los líderes de los cristeros), Candelario llevó a su familia en un tren a El Paso, Tejas, y luego a California. Allí viviría la segunda etapa de su vida como un artista en la ciudad creciente de Los Ángeles. Y es allí mismo en donde reaparecerían los murales, catorce años después, en la "ciudad de los ángeles del cielo".

José pintura retratos
La Resucitación

En México, los dos hijos mayores de Candelario fueron instruidos en la casa con la ayuda de maestros particulares. A los cuatro años de edad, el hijo mayor, José, fue enseñado por Candelario a pintar. Antes de cumplir sus veinte años, José ya había ganado premios de arte de primer lugar en Zacatecas y León. Bendecido con un talento que posiblemente sobrepasara el de su padre, José, como Candelario, pintaba profesionalmente toda su vida. Hoy día, la familia Rivas guarda algunos de sus obras más impresionantes. Aquí se le ve en su estudio, a los 18 años, más ó menos, en el estudio familiar de su casa.

San Bartolomé

A la derecha, se ve una de las obras favoritas hecha por Candelario durante sus últimos años en México. Le exigió un estudio serio sobre la anatomía, y tal vez la representación demasiado genuina del martirio de San Bartolomé prohibió que se vendiera. El retrato fue desmontado de su marco y enrollado en un gran baúl para el viaje a Los Ángeles con la familia en 1923. Todo lo que queda es esta fotografía. El retrato fue destruido en un incendio de la casa en 1940.