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Los Murales Heinsbergen

El Mural Heisenbergen en la vitrina del techo
El Teatro Palacio de Los Ángeles

Anthony B. Heinsbergen (1894-1981) fue probablemente el más grande interiorista norteamericano de los famosos Teatros Palacios Americanos. Un estudiante del arte altamente educado, completó su aprendizaje primeramente en Holanda, y subsecuentemente en California. Siendo él mismo un muralista extraordinario, fundó la Heinsbergen Decorating Company en 1922, y se puso a emplear a más de cien artistas para así capturar las comisiones más prestigiosas de las Bellas Artes de esas fechas, sobre todo en la costa occidental. En 1928, reclutó a Candelario Rivas como uno de sus artistas principales y además como maestro de obras. Candelario trajo al estudio de este señor un enfoque clásico, poco común, y no estilizado, el cual ya no se enseñaba en las escuelas de arte principales ni en Europa, ni en las Américas. Durante una entrevista con Anthony Heinsbergen, hijo, en 2002, él reveló que su padre tuvo un gran respeto por Candelario. Entre todos los artistas en la compañía, solo Candelario tuvo el título de “Señor” (“Mister”). Además, solamente a Candelario se le invitó a decorar la casa del señor Heinsbergen con murales nuevos y originales. Por cierto, fue Candelario Rivas quien con frecuencia pintaba las caras y las manos, las cuales eran importantes y altamente visibles, en pinturas altamente publicitadas. El trabajo con Anthony Heinsbergen le otorgó a Candelario una labor continua a través de los años de la década 1930, hasta la desaparición de los Teatros Palacio en 1940.

Mural detrás de Fuente en el Palacio Teatro
Mural detrás de Fuente en el Palacio Teatro con luz natural

Mientras un nuevo proyecto se desarrollaba, Anthony Heinsbergen cambiaba opiniones sobre el tema y la composición, y luego Candelario pintaba las ideas al óleo para desarrollar aún más el tema propuesto. Tanto Anthony Heinsbergen como Candelario Rivas tuvieron reputaciones del estilo “manos a la obra”, y en varias ocasiones trabajaron juntos, al mismo tiempo, en comisiones importantes. En otras ocasiones, Candelario llegaba al sitio de trabajo, antes de tiempo, con su equipo (de quizás diez hombres), y a veces se le dijo que las cosas todavía no estaban en orden para que el trabajo pudiera comenzar.

Dos jarrones permanentemente sujetados

Si el equipo de Candelario ya se encontraba allí, Candelario insistía en que se pusieran a trabajar. Solía ser difícil persuadir a Candelario a que se aguantara hasta que se cumplieran otros requisitos. En México, estuvo acostumbrado a ser su propio dueño, y por eso se mostraba impaciente con las demoras imprevistas. A pesar de que su inglés fuera apenas suficiente, no hubo ningún problema cuando Candelario tuvo que repetir al director del sitio de trabajo, “I came to work, not to argue!” (“¡Vine para trabajar, no para discutir!”). Por lo visto, a Anthony Heinsbergen le encantó esa frase, e hizo que sus otros maestros de obras la usaran también. Es interesante prestar atención al hecho de que los Murales Heisenbergen por Candelario Rivas en el Teatro Los Ángeles eran pintados solamente por Candelario, pero los dos murales grandes en el Teatro Palacio (anteriormente el Teatro “Orpheus”) obviamente eran pintados también por su equipo de hombres. Candelario pintaba las figuras y algo del fondo difícil, y los demás miembros del equipo pintaban el primer plano, sobre todo las flores.

Constance Bennet

Además de murales, Candelario seguido pintaba para la compañía grandes retratos patrimoniales para la gente rica, sobre todo en el área de Los Ángeles. Uno de estos, ahora perdido, era un retrato de Doña Doheny, y otro para la actriz mejor remunerada de esos tiempos, Constance Bennet. Las obras artísticas sobre las paredes a las entradas de la nueva casa, hecha a la medida, de Anthony Heinsbergen, representaban temas tales como aquellos del Teatro Los Ángeles. Esta casa fue vendida a la familia de Walt Disney (fundador de Disneylandia), pero el paradero de estas pinturas se desconoce.

Candelario posa con su equipo Heisenbergen

Candelario fue respetado y tratado muy bien por la familia Heisenbergen. Sin embargo, a los integrantes europeos de su equipo, no les agradaba el hecho de que un maestro mexicano les dirigía en su trabajo. Una excepción fue una joven talentosa de herencia judía quien respetaba a Candelario, y por ende Herlinda la invitaba a cenar con ellos en la casa.

 Candelario lleva a Herlinda a San Francisco para visitar a la familia de su hijo, José

En diciembre de 1936, el famoso arquitecto Gustav Albert Lansburgh fue llamado para que redecorara—dentro de tres semanas para la convocación de la legislatura estatal—el bar popular del Hotel Senador. El propietario Tom Hall había decidido nombrar el nuevamente decorado bar “El Salón del Emperador”, y quiso que dos murales se pintaran detrás del bar, los cuales realizarían el tema. Perplejo por el pedido, el Sr. Lansburgh llamó a la empresa de murales que trabajaba de la manera más rápida: La Compañía de Decoración Heinsbergen de Los Ángeles. Así que ante los ojos asombrados de los bebedores, aparecieron dos paneles a un ángulo recto, los cuales eran los primeros que describían la aventura amorosa y controversial entre el Rey Eduardo VIII de Inglaterra, y la divorciada americana, Sra. Wallace Simpson. Diseñados por Anthony Heisenbergen, los murales se consideraban controversiales aún antes de que la pintura se hubiera secado.

Candelario Rivas trabajaba con los famosos muralistas Erwinn Neumann

Con la mayoría de las figuras vestidas de naipes enormes, el primer panel muestra a Eduardo sentado sobre su trono, a quien se le presenta una corona. Pero él está distraído, mirando a la Sra. Simpson, quien está esperando afuera a la puerta con su mascota, un perro, mientras uno de los Cupidos de Candelario mira hacia atrás a Eduardo. Tanto el Arzobispo de Canterbury como la Reina Mary miran horrorizados. En el segundo panel, se ve a Eduardo del brazo con la Sra. Simpson, cruzando el puente mientras uno de los Cupidos de Candelario baila a brincos delante de ellos. La reina Mary y el arzobispo quedan aún más horrorizados, como lo son los políticos Stanley Baldwin y Anthony Eden.

Dentro de una semana, se recibió la primera queja de parte de la sociedad Delfiana local, la cual se preocupó por que el mural causara malos sentimientos entre los turistas británicos que visitaran Sacramento, la capital del estado de California. Anthony Heisenbergen no dio disculpas; Candelario Rivas había descrito perfectamente bien la mirada amorosa en el rostro de Eduardo.

Estatua de San Ignacio
Crucifijo de madera tallada

Después de su trabajo con los Estudios Heisenbergen, las comisiones artísticas durante la era de la Gran Depresión Económica eran a veces escasas para Candelario en Los Ángeles. En una ocasión, los jesuitas de la Preparatoria Loyola ofrecían trabajo a un artista de Bellas Artes, pero era para una estatua, no para una pintura, de San Ignacio Loyola. Aunque no tuvo ninguna experiencia con estatuas, Candelario, desesperado, aceptó la comisión y puso manos a la obra para crear un vaciado de yeso. Fue una estatua verdaderamente única debido a que Herlinda la vistió con un traje que ella misma había fabricado a mano justamente antes de la última aplicación del yeso. Extrañamente, el pie izquierdo tuvo que tallarse de nuevo porque el yeso no se había secado correctamente y se enmoheció, imitando casi exactamente una verdadera herida que había sufrido San Ignacio. Desafortunadamente, la estatua se ha perdido.

Trabajo adicional durante este periodo

Candelario pintura sobre cobre
Candelario disfruta de una salida con sus nietos

Candelario Rivas fue uno de los pocos artistas que pintaba sobre lienzos de cobre, los cuales son mucho más duraderos que lienzos de tela. Él podía fabricar y mezclar pinturas especiales que se adherían permanentemente al metal. Aquí se ve al artista, cansado, mientras completa una colección de las Estaciones de la Cruz sobre cobre; se piensa que fueron pintadas para una iglesia en San Francisco. Debido a la durabilidad, el peso, y la inherente dificultad de mover estas obras, la familia Rivas espera localizar algún día estas catorce obras maestras únicas.

Los dos murales en la Misión Santa Clara
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe